martes, 2 de diciembre de 2025

Excusas inverosímiles


Lo de gestionar las relaciones sociales es insufrible. Y conforme se acercan las fiestas navideñas, se hace más evidente. La gente hace encaje de bolillos para no faltar a ningún evento. Se agolpan cenas, comidas y reuniones de todo tipo. Hay que quedar bien con unos y con otros, aunque el resto del año no sepamos nada de ellos. Los hay que venden su alma al diablo para tener el don de la ubicuidad y otros que son capaces de hipotecarse para no repetir outfit. Sin embargo, mis favoritos son los que consiguen cumplir con todo el mundo gracias a excusas.
Y es que sacarse de la manga cualquier pretexto es todo un arte. Sobre todo cuando esta es espontáneo y creíble. Hay personas que han llegado muy lejos en la vida gracias a esta capacidad. Pequeñas mentiras que les permiten justificarse ante una situación determinada y de paso les allanan el camino.


Y es que la impostura está de moda y no podemos tomar en serio a nadie. La informalidad auspiciada por los dispositivos electrónicos y las redes sociales, se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Amigos, familia y colegas de trabajo se parapetan tras respuestas poco concluyentes, fallos en el sistema, dobles sentidos o charlas grupales para hacer lo que les sale del mondongo sin la más mínima consecuencia.
Y si el contexto es una sociedad como la española en la que el pícaro es digno de admiración. Un rostro de aquí a Lima, algo de guasa con la que aderezar la evasiva y a vivir como Juncal: sinvergüenzas y miserables, pero ocurrentes y entrañables. ¿Quién quiere más?


Todo esto me ha venido a la mente mientras leía La historia real, lo último que se publica de Sergio Ruzzier en nuestro país (Liana editorial). Haciendo gala de ese humor tan mediterráneo (Se nota que Ruzzier es de origen italiano), nos cuenta la historia de un gato que llega a casa y se encuentra el tarro de galletas sobre el suelo, hecho añicos y vacío. Enfadado, le pide explicaciones a su amigo el ratón, pues sospecha que está detrás de todo esto. El ratón empieza a explicarle lo que ha sucedido. Se ve que las galletas estaban hartas de estar encerradas en el dichoso bote y han decidido escaparse de allí para ser bien felices al aire libre. El gato no está para ese tipo de historias y el ratón le propone otra versión: la culpa ha sido de un monstruo viscoso, el tarro ha resbalado entre sus dedos y ha ocasionado tal desastre. El gato le exige la verdad, pero el ratón sigue echando mano de las historias más inverosímiles. ¿Contará la historia real finalmente?


Recordando a las excusas que los niños (y no tan niños) inventan para no enfrentarse a los errores cometidos y sus consecuencias (los temidos castigos de los adultos), este libro da una vuelta de tuerca y se sitúa en un plano discursivo que ensalza el valor de la ficción frente a la aburrida realidad.
Ratón nos embelesa con su capacidad inventiva, queremos pedirle más y más historias inverosímiles que se desbordan alrededor de una situación muy común. Un auténtico narrador oral que nos mantiene en vilo con las ocurrencias más surrealistas sin necesidad de más aderezos que su voz e imaginación.


Un roedor que, al más puro estilo Don Quijote, se enfrenta a un Sancho felino rendido finalmente, ante lo fantástico. ¿Y quién no? Lean este libro, disfruten de un lenguaje visual encantador elaborado con técnicas tradicionales, los paisajes marcianos (santo y seña de este autor), una estructura repetitiva que siempre gusta a los más pequeños y una página final que nos hace dudar (¿Al final todo era verdad?).
No olviden que detrás de la cruda realidad siempre vive el idealismo más inspirador. Y si es para ahorrarse una comida navideña, mejor que mejor.

viernes, 28 de noviembre de 2025

Disyunción poética



A veces, como si de una revelación se tratase, nos topamos con libros que abordan la narrativa desde una perspectiva diferente a la habitual. Y no tiene nada que ver con tener una estructura más o menos lineal, sino con ese gran cajón desastre llamado discurso multimodal, tan en boga hoy día en el ámbito de la LIJ.
Sin lugar a dudas uno de los recursos que más ponen en evidencia esa condición de relato caleidoscópico es el de la disyunción narrativa. Cuando palabras e imágenes parecen ir por dos caminos totalmente diferentes, pero que se complementan dando forma a una historia completamente novedosa como resultado de las individuales, sientes una especie de revelación que te recorre los intestinos.


Quizá sea un tanto efectista (para gustos, los colores), pero a mi forma de entender las sinergias entre los diferentes lenguajes que convergen/divergen en este producto editorial que es el álbum, siempre es un aliciente eso de cambiar la perspectiva y encontrar nuevos significados
Eso le pasa a este poemario, que saltando de verso a imagen y de imagen a verso, empiezas a ser consciente de que germina, trepa, se adhiere y te ahoga. Con metáforas, con calma, con un poco de disyunción poética. Ese instante en que te habla y tu conversas, es mágico. 

La lagartija
duerme junto a la puerta.
Nada le falta.

***

Mi madre canta.
Su voz se escapa, alegre,
por la ventana.

***

Fuera, el zorzal
entona su canción
o su lamento.

***

Las flores blancas
preguntan al almendro:
“¿Por qué no bailas?”.

***

El olmo viejo
se aferra a sus raíces.
Nada le aterra.

Fran Pintadera
En: Haikus para detener un tren.
Ilustraciones de Ina Hristova.
2025. Almería: Libre Albedrío.


miércoles, 26 de noviembre de 2025

El show de la crianza


Lo tengo clarísimo. Muchos de los problemas que sufren los niños y jóvenes de hoy en día tienen que ver con las relaciones familiares. Y no es que los demás no seamos responsables de una sociedad que pertenece a todos (entono el mea culpa), sino que gran parte de la educación (que no instrucción) de cualquier chaval depende en gran medida de sus padres. Y si los nenes están mal, cuídense de los progenitores porque el panorama es cicatero.


Gente de mediana edad (por no decir ancianos) estirazando de chiquillos que no levantan tres palmos del suelo y cada uno con su curro. Resultado: (sobre)viven, pero exhaustos. Luego llega el feminismo, el machismo, quien pasea al perro, quien vacuna al gato. Que si mi tiempo, que si el tuyo. Si no están divorciados, poco les falta. Y la hipoteca, ahí está, engulléndolos sin remedio o ampliada con el piso de la playa.
También entran en la ecuación los abuelos, que en el fondo son los padres. Malcriando pero sin abrir el pico, que se mosquean los yernos, los consuegros y las nueras. Tampoco hay que olvidarse de la vida moderna: bares y restaurantes, cursos y conferencias, gimnasios y pistas de paddle, salones de belleza y balnearios. ¿Quién dijo que son incompatibles? Yo, que veo donde pasan el día los críos: aulas matinales, colegios, institutos, clubes deportivos y clases extraescolares.
Y cuando hay que pasar tiempo con ellos: ¡Que la vida parezca un parque temático! ¡Que no falte ni un detalle! Como ellos tuvieron poco, sus hijos ¡de todo! Disneyland París, Aqualandia y la Warner, casas rurales una vez al mes, sol y playa lo que haga falta, hamburgueserías, pizzerías y centros comerciales, naturaleza y montaña para cubrir el expediente y vuelos internacionales todos los puentes. Mucha tontería y poco parque. Calles, las de media Europa, porque la suya, ni verla.
Todo es una confusión sin parangón. Si yo no sabría gestionar tremendo espectáculo, imagínense los chiquillos. No me extraña que estén desquiciados. Con lo fácil que es brindarles tiempo de calidad y cariño a raudales, su educación se basa en "cariño", "gracias" y "por favor". ¡Bienvenidos al show de la crianza!


Y en mitad de este circo, aparece la Sara Bertrand, que a fina e inquietante no le gana nadie, y nos propina en todo el morro con su Afuera, los fantasmas, un libro-álbum ilustrado por Amanda Mijangos y publicado por Océano Travesía que es para darle a las neuronas.
Un crío despide a su madre a la hora de irse al colegio. Cuando regresa ella no está. La noche se cierne sobre la casa y el niño juega por el jardín, en diferentes estancias de la casa e incluso se mete en el armario. Silencioso y con mucho sigilo, se esconde de las sombras. La soledad se transforma en miedo. Mientras se protege entre las sábanas, aparece su madre. Cuando está junto a él, la oscuridad desaparece hasta el día siguiente.
Si bien es cierto que este relato ilustrado se levanta sobre un texto breve y aparentemente sencillo, explora el tema de la ausencia materna desde un punto de vista muy complejo. Lenguaje poético, figuras traslúcidas, sombras con vida propia, la madre que aparece y desaparece, un niño silencioso en la penumbra… Todo articula un ambiente fantasmal que por un momento nos desorienta. ¿Acaso la madre se fue para siempre? ¿Es un espectro o real? Quizá es eso lo que buscan las autoras: hacernos llegar la honda sensación de abandono, de casi orfandad, que sufren los hijos cuando sus progenitores no están cerca.
Y así, con un ejercicio despiadado de belleza, este tándem chileno-mexicano hurga en la infancia, quizá la suya propia, no solo como ejercicio de búsqueda sentimental, sino como un acto de exorcización y reconciliación entre dos visiones que conviven en un mismo universo familiar. ¡Ea! Así es el devenir del tiempo: un cúmulo de perspectivas.

martes, 25 de noviembre de 2025

Pequeño panorama de teatro infantil y juvenil en España (y una reflexión necesaria)


El otro día hablaba Llanos Campos y yo escuchaba atentamente. La actriz, dramaturga y escritora de teatro y narrativa infantil nos deleitaba con su intervención en las Jornadas Binomio Fantástico, dos días llenos de ponencias y experiencias en torno a la lectura y las bibliotecas.



Mi paisana venía diciendo que, cuando uno lee una obra de teatro, en realidad desconoce qué se esconde tras cada papel, tiene muy pocos referentes. Única y exclusivamente la voz de cada personaje y las pistas que se desprenden en su discurso. No hay que averiguar lo que dice, sino cómo lo dice. Toda una suerte de matices que dependen de nuestra propia interpretación.
Contaba Llanos que este ejercicio, no solo era una forma de sumergirnos en los personajes, sino una forma de explorarnos a nosotros mismos. Pues si bien es cierto que cuando ponemos en marcha un drama o una comedia realizamos una actividad lúdica, la vida tiene mucho de interpretación y debemos saber nuestro propio papel en cada contexto y también el que llevan a cabo los demás.


De esta idea se desprende que antaño el verbo “representar” se utilizase mucho, ya que, en un contexto social, los sistemas de creencias y valores, las llamadas convenciones, funcionan como guías en la forma de actuar diaria. Por lo tanto, aquellos que no sepan interpretar estos signos, no sabrán comportarse adecuadamente en sus respectivos ámbitos.
Imaginemos que un adolescente acude a una cena con los padres de su novia y confunde la simpatía con el descaro (les puedo asegurar que la inmensa mayoría no distinguen la diferencia entre una y otra) y se permite la licencia de contarles todas las hazañas que lleva a cabo durante las noches del fin de semana. Pensemos en otra dirección. Un profesor que es el responsable de un grupo de alumnos durante un viaje escolar y se dedica a instruirles hora tras hora y día tras día sobre geografía, historia y arte. ¿Cuál de los dos ha sabido representar su papel? Espero sus respuestas.


Además de deleitarnos con sus experiencias y algún que otro chascarrillo, la autora de El tesoro de Barracuda nos alentó a participar del teatro con nuestros alumnos, pues los beneficios eran bastante claros. Tras su exposición vinieron las preguntas, entre las que sonó una muy insistente que solicitaba nombres de dramaturgos que, como ella, se crearan para la infancia en la actualidad.


Como a ella no se le ocurrieron, aquí entra en escena un servidor que, como buen prescriptor, intentará suplir las carencias en lo que al corpus de este tipo de LIJ se refiere (Nota: en la medida de lo posible, porque como bien dijo la Campos, obras de teatro infantiles hay pocas publicadas, ya que no tienen interés comercial)¡Allá voy!


El primer lugar les invito a que se pasen por la página web de ASSITEJ-ESPAÑA Asociación de Teatro para la Infancia y la Juventud. En ella encontrarán mucho material relacionado con esta disciplina artística. Entre todo lo que ofrece, me resulta muy interesantes su librería, en la que tenemos dos colecciones necesarias. Por un lado está la Colección Teatro, una serie de obras dirigidas a la infancia y la juventud de voces consagradas y noveles en el panorama nacional. Obras de Carmen Martín Gaite, Luis Matilla, Itziar Pascual, Paula Carballeira, Jordi Sierra i Fabra, Paco Romeu, Nieves Rodriguez Rodríguez o Lola Fernádez de Sevilla.



Por otro tenemos su Colección Ensayo, que merece un ojo clínico de todos aquellos estudiosos que quieran indagar en algunos temas que no solo envuelven al teatro infantil, sino en general a la LIJ.


Por último, no se deben olvidar de su biblioteca virtual que, en colaboración con la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes nos ofrecen casi media centena de obras dirigidas al público infantil que han sido descatalogadas y que merece la pena conocer. Creaciones de Juan Cervera, Alberto Miralles o Fernando Almena. La mayoría se pueden descargar en formato PDF, bien para realizar su lectura dramatizada o representarlas a todo trapo.



Una de las editoriales especializadas en este género dentro de nuestras fronteras es Editorial Antígona. Con varias colecciones que amalgaman teatro infantil, teatro educativo, teatro juvenil, pequeñas obras, autores españoles o foráneos, incluso teatro bilingüe. Merece la pena darse un paseo por su web y ver qué propuesta se adecua a nuestros intereses.


Algo parecido pasa con Ñaque Editorial, un proyecto especializado en el teatro, en su pedagogía, su técnica y su literatura. En su catálogo tienen dos obras dirigidas al público infantil, Teatrillo Pillo y Utopía, y muchos más títulos que se refieren a la técnica y desarrollo de las artes escénicas.



Si no conocen las obras de teatro que se incluye en Sopa de Libros Teatro, la colección estrella de la editorial Anaya, ya están entrando en su página. Clasificados por edades, encontrarán publicados los textos ganadores del Premio SGAE de Teatro Infantil que cada año convoca la Fundación SGAE en colaboración con esta editorial. Cada libro cuenta con una introducción, argumento y personajes, así como sugerencias para la dramatización de la obra en el aula.



Lo mismo sucede en la editorial SM. Bicheen en su web y descubrirán un extenso listado de obras creadas para la representación divididas en tres categorías: de 3 a 5 años, de 6 a 9 años y otra de teatro juvenil.



Loqueleo Santillana también hace lo propio con un buen puñado de obras teatrales infantiles que, con tono distendido, buscan acercar a los más pequeños a este universo, y unas cuantas obras clásicas que se adaptan a los jóvenes y sus lecturas obligatorias en el marco de la educación secundaria.



También se me ocurre Calcetín Teatro, el proyecto que la editorial Algar ha desarrollado para acercar obras de teatro clásicas a los más jóvenes gracias a adaptaciones realizadas por los propios autores o dramaturgos con cierto renombre dentro de este ámbito.




Por último, en formato libro-álbum se me ocurre La bruja Piruja, una obrita en verso de Carlos Blanco Sánchez y Daniel Montero Galán dirigida a los primeros lectores y publicada por Amigos de papel. También, las dos propuestas de adaptación teatral que recoge Mar Benegas en su tándem Cómo abrió Don Nicador el gran circo volador y Don Nicanor no fue rey ni emperador, ilustrados por Ximo Abadía y publicados por Tres Tigres Tristes. Tampoco se me olvida La vida es juego, una fiesta de entremeses del Siglo de Oro de Jorge Padín e ilustrada por Borja Ramos que editó hace poco Kalandraka. Y en el apartado de no ficción, un pequeño manual de Juanca Alegre titulado Un juego teatral que ha ilustrado Merce Gali y publicado Parramón.



¡No me digan que con esto no tienen suficiente teatro! Y si se acuerdan de algo que deba incluir, ¡díganmelo! 

lunes, 24 de noviembre de 2025

Cuitas de poder


El que piense que, después de cinco mil años de un mundo donde los poderosos siempre se salen con la suya, va a cambiar el sistema en un santiamén, está totalmente equivocado. Y es que si algo tiene el Homo sapiens es que gusta de mangonear a troche y moche. Lo que le dejen. En la familia, en la comunidad de vecinos, en la alcaldía pedánea, como diputado o en el Kremlin. No hay institución ni grupo de incautos que se salve.


Y no es que esté mal. Como en otros mamíferos, siempre tiene que haber alguien al mando, preferiblemente espabilado, porque si no, la especie se va al traste. Lo realmente complicado es dar con ellos, sobre todo en esta sociedad de incierta inteligencia y nulo instinto, donde el más palurdo es capaz de hacerse con un sillón en el consejo de administración de algún grupo empresarial (¡Esos sí que saben y no el Fiscal general del estado!).
También suele pasar que a todo rey le llega su San Martín (¿O era cerdo? ¿O tal vez cárcel?), porque claro, el mundo es de los valientes y enfrentarse al enemigo puede salir caro. Y así se van sucediendo unos a otros, kamikaze tras kamikaze. Porque la Tierra sigue girando y los poderosos, alternándose. El que no lo vea es porque está ciego o, por el contrario, bien alimentado. Quizá ese sea el problema: conformarse. Y si no lo hacemos, entramos en el juego. Repitan conmigo: Poder es querer, querer es poder… ¿Y quién no desea una mijita de las dos cosas?


Aparcando la retórica, me meto de lleno en Los reyes del universo, un álbum de Antoine Dole y Magali Le Huche que ha editado Kókinos que les va a encantar (¡Ojalá Papá Noel se lo regalase a todos los políticos de este país!).
El día ha sido redondo y León se va a la cama. Satisfecho y como muchas otras personas, está convencido de que va a dormir como un rey, ¡el rey del universo! Cuando despierta, se encuentra con una nave espacial que ha aterrizado en mitad del jardín y de la que salen un montón de chiquillos extraterrestres. El cabecilla se le acerca y le dice que vienen del planeta Trochemoche Machín Machín y que está totalmente equivocado: ¡el rey del universo es él! Como no puede haber dos reyes en el universo, al extraterrestre le toca destruir la ciudad de León. León se acojona y le dice que dimite, pero su oponente dice que no, que la noticia ya ha trascendido y hay que buscar otra solución. ¿Cuál será?


A partir de una expresión cotidiana, los autores crean una situación alocada en la que caben muchos planteamientos. Paródico hasta extremos galácticos, este álbum plantea un conflicto, a priori desmesurado, en el que también se habla de cuestiones más profundas como la política, la paz, la cooperación entre líderes o los males del universo adulto. Y cito textualmente: Pero los adultos no pueden gobernar el Universo porque ellos piensan en pequeño. Más razón que un santo.


Diálogos de besugo, terquedad y abnegación, hipérboles y disparates. ¡Hasta un alegato en contra de la democracia! (¡Me encanta!). Son las piezas clave de este libro que incorpora formas narrativas propias del cómic para imprimir de dinamismo a un relato vertiginoso en el que el tiempo y las soluciones apremian. Como en la vida real…

sábado, 22 de noviembre de 2025

Una santa muy musical



El otro día fue mi santo y yo sin enterarme. Gracias a que el móvil de un alumno tuvo a bien chivárselo y este me felicitó, pude celebrarlo. No a bombo y platillo, como sucede en países como Grecia, Rusia y Turquía, donde el santo es más importante que el cumpleaños, pero sí con un poquito de alegría.


Y es que lo de las onomásticas tiene mucha enjundia, no solo por las historias que se esconden detrás de cada mártir o beato, sino porque es difícil acordarse de los santos asignados a cada día del año y porque, a veces, estos se llamaban de la misma manera y nos encontramos, como en mi caso, con tres fechas diferentes para un mismo nombre.
Todo esto me ha llevado a echarle un ojo al santoral todos los días y hoy me he topado con Santa Cecilia. Cecilia de Roma, que así se llamaba esta mujer, fue una noble romana, convertida al cristianismo y martirizada por su fe en una fecha no determinada, entre los años 180 y 230. Según la tradición, mientras intentaban asfixiarla con el vapor de las termas de su casa, Cecilia cantaba los salmos, razón por la que, según la Iglesia Católica, se salvó. Por eso, en 1594, el papa Gregorio XIII la nombró patrona de la música. Hoy en día también de los poetas y de los ciegos (junto a Santa Lucía). Sus atributos son el órgano, el laúd y las rosas.


Para celebrarlo, hoy les traigo un título muy sonoro que he añadido a esta gran selección de libros infantiles musicales. Nadia Budde regresa a las librerías españolas con La banda que nadie conoce, un álbum publicado por Kalandraka que nos cuenta la historia de un grupo de músicos poco convencional. Llegan a la ciudad en su furgoneta para dar un concierto y, aunque nadie los conoce, todo el mundo disfruta con su música hasta que el típico vecino quejica les agua la fiesta. ¿O no?


En este libro, aunque sigue echando mano de su característico estilo (cinco frases que juegan a modo de versos), utiliza una estructura narrativa menos repetitiva a la de Uno, dos, tres, ¿qué ves?, Uno, dos, tres, Navidad es y Uno, dos, tres, vampiro es, para adecuarse a un lector más competente que necesita un relato completo (Que por cierto, se presta a la dramatización mediante gestos y movimiento. A ver quién se inventa algo y me lo cuenta). Primero nos presenta a los cuatro integrantes del grupo (mi parte favorita), después qué instrumentos tocan y por último, el desarrollo de la actuación (con alguna otra sorpresa incluida).


Con ese lenguaje visual tan desenfadado a la que la autora berlinesa nos tiene acostumbrados, nos sumergimos en un universo poblado de unos personajes quiméricos, que pueden ser tanto monstruos como duendecillos. Expresivos, simpáticos y alocados, tocan instrumentos imposibles y bailan a golpe de rima consonante.
Lo dicho, honren a Santa Cecilia, tocando, escuchando o disfrutando de la música, un tónico inmejorable para el alma. Y si no saben qué escuchar, ahí van tres composiciones que me hacen feliz últimamente.


jueves, 20 de noviembre de 2025

Mucho humor y cuentos de siempre


Que los cuentos clásicos dan mucho juego, es una realidad impepinable, sobre todo teniendo en cuenta que las nuevas narrativas y los relatos experimentales para niños y jóvenes están a la orden del día.
Y lo mejor de todo es que jugar con el imaginario tradicional tiene muchas ventajas, sobre todo en lo que se refiere a la aceptación por parte del gran público. Como todos ¿entendemos? el simbolismo y los arquetipos, hay menos problemas a la hora de sacarles punta, o eso creo yo… (Nota: A colación de esto, les invito a disfrutar de El descrédito de los cuentos «tradicionales». (Un caso inquietante de miopía ideológica), un artículo de Antonio Rodríguez Almodóvar que encontrarán en el número 311 de la revista CLIJ).
Si bien es cierto que los cuentos tradicionales les sirven a los autores contemporáneos para hablar de feminismo, tolerancia, pacifismo, violencia de género o ecologismo, a un servidor le gusta más el cachondeo y gusta de libros como el de hoy, en el que los cuentos y sus personajes se vuelven locos y nos invitan a pasarlo bien dejando a un lado el didactismo.


Y es que el libro de hoy es bien simpático. Se llama ¡Papilla, por favor! y es un álbum de Laura Mucha y Marc Boutavant que ha publicado este otoño Combel. Antes de empezar a destriparlo, les diré que doy fe de que consigue hacer sonreír a todo tipo de público (a las pruebas me remito).
Este álbum cuenta la historia de Osito, el pequeño de la familia que se dispone a terminar su libro nuevo. Pero ¡ups!, justo cuando está terminando llama a la puerta Ricitos de Oro en busca de papilla. Osito le sirve un poco y vuelve a su libro, pero suena otra vez la puerta. ¡Es Caperucita Roja que trae mucha hambre! Le sirve otro plato de papilla y, tras dejarla acompañada de Ricitos de Oro, regresa junto al libro, pero… ¡Aparecen los tres cerditos con la misma cantinela! ¿Nadie le va a dejar terminar su libro? También les sirve papilla, se va a la habitación y ¡ahora es la abuela de Caperucita la que espera en el umbral! Un momento… Si Caperucita dijo que el lobo se había zampado a su abuelita ¿quién es esa que ha dejado cenando con sus amigos?


Además de un ritmo trepidante y una estructura de sketch (las comedias de situación siempre se agradecen en el formato del libro-álbum), tiene muchos elementos a destacar.
Este álbum hace un ejercicio de intertextualidad muy interesante gracias al nutrido elenco de personajes de cuento que amalgama en tan solo 48 páginas. Y es que el buen puñado de referencias a los cuentos tradicionales y sus personajes, permite la universalidad (al menos en occidente) y un tratamiento discursivo más que alcanzable para todos los públicos.


Del mismo modo ensalza la figura del libro y el amor por la lectura (Quien se haya visto interrumpido el momento más álgido, empatizará mucho con el protagonista) e integra el propio libro en la narración. ¿O acaso no se han fijado en la página final de la historia? El libro en el libro siempre aporta un plus en lo que metaliteratura se refiere.
También es muy interesante que toda la acción discurre ajena a las figuras paternas (Papá y Mamá Oso llevan arreglando una silla todo el santo crepúsculo), un guiño subversivo y/o fantástico que siempre deja en mal lugar al universo adulto.


Y para terminar… Un final muy humorístico, guardas peritextuales, el uso variado de la tipografía que amplía la versatilidad de las voces, la expresividad a-cartoon-ada de los personajes y ver cómo anochece conforme pasamos las páginas (¿Ven como se oscurece el cielo y la habitación de Osito entra en penumbra? Un notable ejercicio cromático) son algunas de las razones por las que se lo recomiendo en esta semana cuentera.